Cristiano, enfádate con Messi, no con Arbeloa

Fue interesante, desde el punto de vista psicológico, observar cómo reaccionó Cristiano cuando su compañero Arbeloa marcó a su lado en el Real Madrid-Almería del que salió muy victorioso el primero. El gol de Arbeloa completaba una goleada que dejaba desahogado otra vez al conjunto madridista en su igualada lucha por la Liga. Era para celebrarlo, claro, como cualquier victoria más o menos decisiva, o como cualquier victoria en general, pero el hecho de que fuera Arbeloa y no él quien marcara le enfadó evidentemente al futbolista estrella del Real Madrid.

Como Arbeloa es un hombre muy articulado para explicarse no se arredró luego ante los periodistas, que le contaron cómo le había sentado a Cristiano que no le dejara la oportunidad de golear. Quizá no lo hizo con esa intención, pero las explicaciones de Arbeloa constituyeron, a mi juicio, un buen retrato psicológico de la personalidad de Cristiano. Aunque éste es un hombre de club, ahora tiene en el punto de mira, como apuntó Arbeloa, el Pichichi. Lo tiene al alcance, pero a veces no marca, y se adelanta en su propia posición, aunque sea tímidamente, su rival más encarnizado, Messi. Eso también lo indicó Arbeloa: Cristiano tiene en la cabeza los goles en función de los goles de Messi. Entonces lo que tendría que hacer Cristiano es enfadarse con Messi, no con Arbeloa.

La cuestión es muy interesante porque muestra en exceso, y de cara al público, el ego del futbolista como telón de fondo de todas sus acciones. No del futbolista Cristiano, sino del futbolista en general. Es un mal que se cura mirando alrededor: hay multitud de cosas en la vida (y también en la vida de los futbolistas) que son más importantes que los propios éxitos. Entre esas cosas, está la de que tengan éxito los otros componentes del equipo propio. Que Cristiano no celebrara, como Dios manda, el gol de su compañero es un incidente grave para el buen equilibrio de la plantilla y de la afición, pues el jugador estrella es un capitán natural, no sólo orgánico, en el campo, y ha de dar ejemplo de equilibrio ante la afición y los propios compañeros.

La verdad es que Cristiano no dio ejemplo, lo dio Arbeloa exculpándolo. Pero al tiempo que lo exculpaba dijo la palabra clave: Messi. Es una obsesión legítima, pero no ha de hacer que pierda la cabeza por él quien es el más poderoso futbolista de la Liga y del Madrid. Por cierto, no sólo debería quitárselo de la cabeza sino que debería imitarle al menos en una cosa: en cómo ahora el astro argentino da pases de gol a sus compañeros, que han crecido a su lado merced a esa extraña generosidad nacida del genio que lleva dentro. Cristiano debe enfadarse consigo mismo en esta ocasión, me parece, ni con Messi ni con Arbeloa.