Si hay un motor, es para usarlo

Alejandro Delmás les muestra el motor que se puede poner a una bicicleta de carreras. Tienen una fotografía, un vídeo que pueden ver en as.com y el testimonio de un mecánico. No se trata, desde luego, de un motor que cualquiera pueda comprar y ponerlo uno mismo. Ni es barato (3.000 euros), ni es sencillo de colocar. En resumen, no está hecho para los cicloturistas, y tampoco para hacer más fácil el pedaleo en la ciudad. Para eso están las bicicletas eléctricas, que cuestan la mitad que el motorcito en cuestión. ¿Entonces para qué vale? Sencilla y llanamente, para hacer trampas. Por eso va escondido en el cuadro. Y se supone que los clientes a quienes va dirigido son los profesionales. Son los únicos que podrían rentabilizar el gasto.

Por eso hay que tomarse en serio el asunto del motor. La UCI dice que está en ello. Reconoce que hay sospechas y lleva unos años buscándolos. Ha utilizado toda clases de medios: un camión scaner, cámaras endoscópicas y registros con comisarios. Pero aún no ha encontrado ninguna evidencia. Pese a ello, este año ha incluido en su reglamento el capítulo de Fraude Tecnológico, con multas máximas de 200.000 euros para los ciclistas y de hasta casi un millón para los equipos. La UCI cree que ha metido tanto miedo, que si antes alguien utilizaba el motor, ya a nadie se le ocurre hacerlo. Ojalá sea así. Mas cuando estos motorcitos están en el mercado y se colocan de tal manera que nadie los pueda ver, y quizá ni encontrar, es para pensar mal.