Lo mejor fue el 2-1...

Vaya nochecita. Hay días en los que es mejor no salir de casa ni para comprar una barra de pan. Cuando Llorente cabeceó a placer en el descuento y Casillas repelió la pelota con la frente (sí, han leído bien), me entró un temblor por todo el cuerpo que me recordó aquellas noches sórdidas que me comí en Turín ante la Juve en varias ocasiones. Allí, salvo en la tanda de penaltis heroica de Buyo en 1987, siempre nos comieron la oreja. Manejan los tiempos del partido con la precisión de un cirujano. Saben esperar el momento para inocularte el veneno de la derrota. Pudo ser mejor, si llega a entrar el cabezazo de James al larguero, pero pudo ser peor. Si Llorente llegar a estar más fino...

Morata Man. Álvaro se puso la capa de héroe y ratificó lo que les vengo diciendo desde el mismo día que el Madrid lo traspasó rumbo a Turín: fue un error. Morata va a ser durante muchos años el nueve de la Selección Española y no hay dinero que compense haberle dejado escapar. El canterano madridista se mueve como Van Basten, bascula como Van Nistelrooy y presiona como Raúl. Está en todas, protege la pelota de espaldas como Kevin Costner a Whitney Houston y define con la rapidez de Hugo. Su gol fue un compendio de colocación, intuición e inteligencia. Hay cosas que cuesta entender, pero es evidente que en Morata hay un diamante. Y el diamante era nuestro. Una pena...

Cabeza de oro. Cuando las cosas se tuercen, aparece al rescate la conexión cafetera. James domina esa zona de la medular en la que sólo sobreviven los más técnicos y los más corajudos. El colombiano se inventó un desmarque lateral en el área juventina que culminó con una asistencia a la cabeza del de siempre, del que nunca se esconde, del que siempre da la cara aún a riesgo de que se la partan, del devora-récords, del dueño y señor de las áreas. Cristiano puso su privilegiada cabeza para taponar la primera hemorragia de la triste velada. Un gol que puede valer su peso en oro. Su gol 306 de blanco, a sólo uno de Di Stéfano. Y se pone líder en solitario en la tabla de la Champions, a la espera de lo que hoy haga Messi (76-75). Pero él está dolido y ya sólo piensa en la vuelta del día 13. Cristiano se merece jugar otra final de Champions. Se merece la Undécima...

Bernabéu, número 12. El estadio más emblemático de la historia del fútbol debe ponerse la camiseta el próximo miércoles. No hay que remontar ni firmar una gesta para el recuerdo. Basta con ganar 1-0. Al calor de 85.000 madridistas, el Bernabéu debe llevar en volandas al equipo como ya hiciese en la vuelta contra el Atleti. El equipo debe rememorar aquellas noches mágicas que tanto bueno nos han dado a los que creemos en el fútbol como pasión y emoción. El fútbol fue malo, pero el resultado tiene un pase. ¡Hay que ir a Berlín!