El genio contra el maleficio

El estadio es un viejo maleficio. Un escenario que encoge, que vuelve más infierno el paso por el infierno o complica la celebración de un título acariciado. El Ciutat es un suplicio en clave colchonera, un laberinto del que rara vez encuentra salida. Es verdad que allí el Kun, cuando Aguirre no creía, dibujó en el último minuto de una eliminatoria de Copa una maniobra de rescate para la posteridad. Y que allí Simeone, más estadística que confianza verdadera, inmortalizó el debut profesional de Óliver Torres. Pero la secuencia es inequívocamente catastrófica para el Atlético. El feudo se le atraganta.

Y allí, con la batalla real enfocada por la tercera plaza con el otro equipo de Valencia, vuelve otra vez. Y es allí donde Griezmann, el fichaje del año, debe intentar sacar la espada de la piedra, probar si bajo su flequillo o sus botas se esconde la resolución de un enigma tan duradero. No está Filipe para que se marque un gol, pero da igual, el mal afecta históricamente a todos. Y nadie ha descubierto por qué. Si el Cholo no le pierde la fe inesperadamente (otro gran misterio ése: por qué los entrenadores tienden a poner bajo sospecha a los futbolistas innegociables para la vista del aficionado), quizás el genio francés tenga la respuesta más buscada. La solución.