No señalo, pero señalo

“Yo nunca señalé a nadie, es falso. Fueron los propios jugadores los que pidieron explicaciones”. Con estas palabras justificó el domingo Fran Escribá, tras perder en Villarreal, el inicio del conflicto en el vestuario con los cinco capitanes. El principio de la historia se remonta al martes de la semana pasada. Víctor Orta informa de los polémicos anexos a directivos y algún futbolista. Se deja caer la necesidad de filtrarlo, pese a la negativa del club. El tema trasciende. La maquinaria se pone en marcha. Cinco veteranos del vestuario (Mosquera, Adrián, Cisma, Aarón y Lombán) acuden al día siguiente al despacho de Orta para saber qué pasa. Allí estaban Escribá y Alcácer. Quedan, sí, en pedir explicaciones, pero el clima ya se había creado.

La decisión del entrenador era firme: no volverían a lucir el brazalete ni a jugar, salvo causa mayor. Albacar a la grada. Pelegrín y Manu Herrera, titulares por las bajas. Coro fue el único profesional que no tuvo minutos en Villarreal. El miércoles, la tensión se trasladó al vestuario. Los (ex) capitanes podían decir misa: habían sido juzgados sin defenderse. ¿Obraron mal? Puede ser. O no. ¿Qué hubiésemos hecho nosotros? Yo firmar, sin duda. Le doy la razón a los técnicos: seguramente sea mala persona. Pero voy de frente. Tumbados los (ex) capitanes, el siguiente paso fue asignar el nuevo brazalete. ¿Por qué no a Aarón? ¿O a Cisma? Dijo que el entrenador que el capitán en el campo lo elige él, pero nunca lo hizo en sus 123 partidos. “No señalo, pero señalo”. Mosquera puede ser un gran capitán, pero el honor corresponde a otro. Hay que respetar para ser respetado. El domingo, si hay fútbol, será un día de despedidas. Albacar, Pelegrín, Manu, Damián y Coro, con sus errores y sus aciertos, merecen mi respeto. Hasta siempre, capitanes.