Venderle tienta pero asusta

El Madrid se va de la temporada sin más títulos que la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes, ambos de cortísimo recorrido, lo que abre la fase de consultas sobre la purga. Y detecto que una parte de la afición debate sobre el momento idóneo de desprenderse de Cristiano, que para algunos es exactamente este. Sus argumentos, sólidos, son que el comienzo del declive está próximo, que su salud comienza a pagar por su exceso de ambición, que difícilmente después se pagarán por él cien millones o alrededores.

Estamos ante una decisión de riesgo extremo que no parece razonable asumir. Aun reconociendo cierta decadencia en la parte final de la temporada, Cristiano ha dejado, a falta de un partido, 58 goles. No existe en el mercado otro futbolista, Messi al margen, con esa capacidad productiva. Bale, el hombre llamado a relevarle, ha venido muy a menos. Cada mes juega peor que el anterior, se sospechan crónicos sus problemas de adaptación y su cuadro de ansiedad en el juego y el último arreón de su agente (“No le pasan la pelota”) es de los que escuecen a un vestuario. No hay, pues, relevo ni tiempo, porque tras una campaña fallida el Madrid está obligado a no arriesgar en sus decisiones. Sólo cabe, pues, persuadirle de que hay partidos que se ganan sin él, que el descanso es un arma y que la historia del club será más larga que la suya. Costará. Como costará asumir que el supernegocio que sería su venta hoy no regresará.