Menos mal que hay psicólogo

Una de las grandes novedades de Luis Enrique fue la introducción de un psicólogo en el cuerpo técnico. Si no dimitió después de la rueda de prensa de Alves fue porque debe de ser un profesional al que le van los retos. El lateral es extravagante, excesivo, extrovertido, buenísimo, buen tipo y puede que no le falte razón en sus demandas, pero hubo momentos de su comparecencia en los que uno no sabía cual era el mensaje que quería transmitir.

Empezó diciendo que no tenía decidido su futuro y que “como soy una persona lista y madura no pienso montar un follón antes de dos finales” y acabó cantando canciones de despedida, diciendo que el Barça le ha despreciado, llamando ‘basura’ a un medio de comunicación, cargando contra la junta, ejerciendo de crítico de televisión, y reivindicando su belleza física. Además, desesperó a un jefe de prensa que, como le conoce, quiso protegerle de su frenesí. Alves se sentó en la sala de prensa con un mensaje y 26 preguntas después estaba expresando otro absolutamente opuesto. Si le hubieran dejado dos minutos más ante el micro, arde Troya.

Tras estas declaraciones, queda preguntarse, más allá de la desmesura, qué objetivo ha conseguido el jugador. Si quería que le renovaran el contrato, ha fracasado. Si quería que el socio le apoyara, tampoco parece que lo haya logrado; si quería buscar equipo, lo de ayer no sería el mejor anuncio. Sólo si quería asentar la figura del psicólogo en el vestuario debe darse por útil su rueda de prensa. Aunque, en el fondo, no le falte razón.