Pilotos: una casta de héroes

Vaya por delante que soy consciente de que no es la primera vez que me refiero a este asunto y me disculpo anticipadamente por ello, pero creo que no debemos convertir en cotidiano o insignificante lo que merece el calificativo de extraordinario. Hace apenas una semana hablaba con Aleix Espargaró y me decía que su objetivo era regresar a la competición, después de su operación, en el GP de Cataluña; no descartaba entonces por completo estar en el de Italia pero lo veía casi imposible. Tanto él como su hermano Pol pasaron por el quirófano justo después de la carrera de Le Mans, con apenas 24 horas de diferencia, y ayer ya estaban subidos ambos en sus motos en Mugello. Diez días escasos de convalecencia y listos para jugarse de nuevo el físico a 350 por hora en una de las pistas más rápidas del Mundial de MotoGP.

Ya digo que no descubro nada nuevo, insisto en que lo sé, pero me parece que el pundonor de estos deportistas merece el más absoluto reconocimiento general. Admiramos a los pilotos de élite por su talento, por su valentía, por su habilidad y por sus éxitos; argumentos todos de peso, sin duda, aunque personalmente me quedaría con el ejemplo que dan de capacidad de superación, de esfuerzo y pasión por lo que hacen. Porque lo mismo que les hace grandes sobre una moto también les puede ayudar a serlo en la vida, son cualidades que trascienden a la competición y que creo que sintetizan con fidelidad el verdadero valor del deporte en la búsqueda de la excelencia del ser humano. Así que me descubro ante los hermanos Espargaró porque son héroes en la pista y también fuera de ella.