Benítez, el hombre del portátil

Conocí a Rafa Benítez en septiembre de 1994 en la antigua Ciudad Deportiva. Dirigía al entonces Real Madrid B. Obsesionado por los números, un ordenador portátil era su inseparable compañero. Era un adelantado a su tiempo. Todo lo apuntaba, todo lo medía. Junto con Javier Miñano, su preparador físico y ahora en la Selección, hacían interminables informes del rendimiento de sus jugadores en los partidos y los entrenamientos. Controlaba la comida, los descansos, les ponía pulsómetros... Entrenaba en el campo que llamaban ‘El pequeño Maracaná’. Insistía en la táctica día a día. “Qué pesado”, decía más de uno. En el vestuario le llamaban Arrigo Benítez por las continuas referencias al italiano en todo lo que hacían.

Aquella temporada andaba mosqueado con Valdano, entonces entrenador del Real Madrid. Tenía a Sandro y a Dani entre el primer equipo y el segundo. Y cuando irrumpió Raúl los dos pasaron a un segundo plano. Eso le trastocaba su férrea disciplina. Veía a los dos jugadores despistados y descentrados y eso repercutía en el rendimiento del equipo. Así que al final de temporada decidió firmar por un Valladolid en Segunda, que se convirtió de Primera por el descenso administrativo de Sevilla y Celta y que acabó en una Liga de 22. Decidió que era el momento de volar. 21 años después vuelve a su casa. ¡Suerte, míster!