Contador entrenó el Tour en el Giro

Este Giro ganado por Contador con tanta espectacularidad tuvo una característica. Se la apuntó a Juan Gutiérrez en la entrevista previa a la carrera: “Hay varias etapas en las que los puertos decisivos no son el último, sino el anterior. Habrá que moverse de lejos; eso ayuda al espectáculo”. Cierto. El Paso Daona estuvo a 31 kilómetros de la meta; el Mortirolo, a 32; el Monte Ologno, a 36; San Pantaleón, a 28; Finestre, a 28. Contador, efectivamente, se movió de lejos, y el espectáculo estuvo garantizado. Pues atención al Tour: el Tourmalet estará a 41 kilómetros de la meta; Manse, a 12; Allos, a 22; Glandon, a 39; antes del Plateau du Beille y La Toussuire habrá otros grandes puertos, y en la penúltima etapa el Galibier precederá al Alpe d’Huez.

El recorrido tendrá, por tanto, cierta similitud con el del Giro. Es propicio para esfuerzos de largo aliento, tal y como hizo Contador en el Mortirolo, en el Monte Ologno y en Finestre. Todos superados en solitario, y aunque en el último pasó por alguna dificultad, supo administrar la diferencia, lo cual también es una virtud. Contador, por tanto, ha ganado en seguridad ante lo que se le avecina en el Tour. A su equipo también le habrá valido de experiencia para evitar que los rivales puedan gozar de superioridad numérica cuando lleguen los momentos decisivos. En el Tour va a haber numerosas oportunidades para atacar de lejos. Con Contador ha vuelto el ciclismo espectáculo. Él está preparado. Los rivales ya saben lo que les espera.