Apisonadora del trivote ofensivo

El gran misterio de la final era descubrir dónde iba a poner Allegri la línea defensiva. Nunca tantos habían admitido tantas dudas. Nadie tenía muy claro dónde parar a un equipo que tiene a Messi y no necesita jugar bien para marcar (menudo lujo). Por todo ello, existía una tranquilidad poco habitual en un club que ha tenido durante años el botón de autodestrucción en el mismo sitio que el de protección. Cuando le pregunté a Mascherano si también sentía esa calma, me dejó un mensaje enigmático: “No debemos olvidar nunca que esta puede ser la última final de toda nuestra carrera”. O sea, que confianzas, pocas.

La Juventus presionó la salida del balón, pero se juntaba más atrás si el Barcelona la superaba. Eso se vio en la primera jugada hasta que Messi desequilibró, abriendo a la izquierda, indicando al equipo dónde había que buscar el gol. Y justo ahí dijimos: qué divertido es este Barcelona; qué superior; qué generoso en el esfuerzo; qué buena la presión, cuántas ocasiones; anda, qué errores en la salida del balón; perdieron el control; ohhh, encajaron; no aplican la pausa; qué buenos son los tres de arriba... Ese es el Barcelona de Luis Enrique. Histórico, competitivo, trabajador, y cuyas dudas quedan aplastadas por la apisonadora del mejor trivote ofensivo que ha pisado un campo.