La bronca a Piqué y la piel agitada de la afición

Si no existiera Vicente del Bosque, algo que hubiera sido malo para la humanidad y para el fútbol, habría que haberlo inventado. Se ha convertido el buen salmantino, a quien imagino, además, con los lógicos defectos de cualquier ciudadano, en uno de los españoles cuyo sentido común habría que almacenar con el mismo celo que el metro iridiado de París, pues no es habitual encontrar personas públicas que ejerzan con tanto tino el oficio de mediar.

Ahora le ha tocado mediar entre la afición agitada por una broma de Piqué y el sentido común, precisamente. Piqué hizo referencia, en la por otra parte muy agitada celebración azulgrana, a un incidente que dio mucho que hablar a los madridistas y a todo el mundo (en todo el mundo).

Por lo que entonces se publicó, Cristiano Ronaldo llevó a una fiesta suya a un rockero sudamericano que no sólo animó la celebración sino que se animó a sí mismo haciendo de las fotos del evento una ocasión para darse a conocer en su mundo y en el mundo adelante, como dicen en Galicia.

Lo cierto es que a los madridistas aquello no les sonó bien, sobre todo porque momentos antes el Real Madrid había perdido una ocasión de adelantar al Barça en la ansiedad anual de ganar la Liga. Pues lo que ocurrió fue que el madridismo pensó, y digo, con toda legitimidad, que aquel incidente magnificado por las fotos del músico fue simbólico de la actitud de sus futbolistas, pues Cristiano no estuvo solo en su festejo.

A eso aludió Piqué en medio de su propio jolgorio. Es necesario hacer notar que en el fútbol unos y otros se están burlando mutuamente desde que amanece, y así hacen también las aficiones, no sólo los futbolistas; como el mal y el bien van por barrios, a veces les toca burlarse a unos (recuerdo un grito desgraciadamente memorable, “¡Luis Enrique, tu padre es Amunike!”) y a veces les toca burlarse a otros, como ha ocurrido ahora con Piqué.

Como esa burla, una broma de las suyas, fue convenientemente agitada por la afición y por los que alientan sus gritos en las gradas, ahora León ha sido la capital de la bronca al futbolista azulgrana. Esa sonora pitada a Piqué, decía Del Bosque, era a la Selección española; y era también una pitada al sentido común del fútbol, que reclama menos rasgadura de vestiduras y más sentido común.

Como en tantas cosas estoy de acuerdo con el seleccionador; si no estuviera ahí habría que inventarlo, he dicho, pero no sólo por las virtudes que lo incardinan al fútbol, sino por ponerle voz a los que se quedan perplejos cuando adultos de la grada se comportan como aquel aficionado al que le escuché en el Bernabéu ese grito que asociaba al bueno de Amunike, de vida tan difícil, con la familia del ahora triunfante entrenador azulgrana, que antes vistió del blanco del Real Madrid.