Es espejo del Puente Aéreo

Jamás pediré que Cristiano tenga tanto poder en el Madrid como tiene Messi en el Barça, porque eso acaba siendo un reconocimiento de que la institución está al servicio de un jugador. Pero entiendo perfectamente la desazón que sufre el portugués con los acontecimientos que le han tocado vivir en los últimos meses. El jugador más importante que ha defendido esta sagrada camiseta desde Di Stéfano ha sufrido todos estos agravios: no puede hacer valer su opinión sobre la identidad del responsable de los servicios médicos, no entiende la situación difícil de dos compañeros emblemáticos para el equilibrio del vestuario (Ramos y Casillas), se ha tenido que enterar por la Prensa de que le toca cambiar de posición sin que nadie le diga si le parece bien o mal, sufrió tras el 4-0 del Calderón un machaqueo constante de los medios por el tema del cumpleaños sabiendo que desde la planta noble del club se aplaudía en cómplice silencio... Si todo eso le hubiera pasado a Messi ya estaría el argentino ganándose la vida en el PSG, el Chelsea o junto a un jeque qatarí. Pero Cristiano se ha hecho madridista y en su momento entendió que defender este escudo está por encima de lo que él siente por las personas que comandan la nave.

De hecho, en su día renovó pensando en lo importante que era hacer historia superando los récords goleadores de Di Stéfano y Raúl, aunque su otro yo cerebral le pedía cambiar de aires. Cristiano ha visto este verano que pinta en el Madrid menos que la chata, pero su grandeza profesional y personal le mantendrán al pie del cañón buscando hacer feliz a esa afición que es lo último que le queda aquí para sentirse verdaderamente querido.