El porvenir de Laporta, más claro que el de Bartomeu

Que me perdone Bartomeu, que me cae mejor que Laporta, pero creo que éste tiene más porvenir en el Barça que él. ¿Por qué? Porque tiene más pasado. Laporta ha superado con notable su etapa en el club, y aunque se puede decir que la temporada última de Bartomeu es más que sobresaliente, las aristas que le han salido en el espejo le suponen un peso casi inaguantable.

Demasiados casos, demasiadas habladurías, demasiado de todo hay sobre Bartomeu. Ahora, además, le ha salido a Laporta una vena peligrosa, la vena de las comparaciones, y en ellas ha incluido el independentismo, al que Barto no le ha dedicado tanto tiempo como el presidente que acunó a Ronaldinho.

Al final serán los socios, y no las habladurías, las que van a pesar como losas sensatas sobre ambas aspiraciones. Pero hay que tener en cuenta el equipaje con el que ambos se aprestan a librar la batalla: la realidad judicial ha caído sobre el actual presidente en funciones como si él hubiera inventado las culpas. Desprovisto del chivo expiatorio que usó en otro tiempo (Zubizarreta, que fue el que arrastró la culpa de Anoeta), ya está solo ante el peligro. Es ahora quien fichó (mal) a Neymar y el que no estuvo atento a los problemas fiscales de Messi.

Mientras tanto, a Laporta ya se le perdona todo; el tiempo en el fútbol le quita el polvo a la malandanza, y con eso se acerca Laporta a las urnas. Impoluto, aunque tuviera culpas, impertérrito, aunque hubiera protagonizado arbitrariedades y escándalos, entre ellos aquel célebre desplante en el control de metales del aeropuerto. Por encima de su cabeza sobrevuelan, sin rozarle, los pasados que él ahora ya no tiene que explicar, mientras que Bartomeu tiene que explicar hasta sentado en el banquillo, donde por cierto quiso tener Rosell a su inmediato predecesor. Ahora Barto no quiere ver a Rosell, Rosell no puede ni ver a Laporta… Parecen los protagonistas de un banquillo (del fútbol) mal avenido.

Laporta me parece, por otro lado, un hombre más desenvuelto que Bartomeu; con todos mis respetos, parece más caradura; en la vida, pero sobre todo en el fútbol, esa actitud parece más eficaz que la de los hombres sensatos que tardan en responder a las invectivas de otro. La lucha no acaba de empezar, claro, es casi prehistórica, desgraciadamente natural en el fútbol. Los directivos viven una vida ajena a la esencia del fútbol, que es la que nos mueve a los aficionados. Hay una época en la vida en que confundimos al presidente con el club. A mi me pasó, y me llevé un disgusto, porque el histórico Llaudet no me respondió la carta en la que le pedía un banderín; Laporta me regaló su escudo, hace años. No es por eso por lo que juzgo que Laporta tendrá ahora más posibilidades, sino porque me parece que está más equipado para confundir ilusión con historia. Sólo por eso. Pero que sea lo que Dios (es decir, el azar) quiera.