El perro flaco de Alonso no termina de engordar

Es triste reconocerlo pero el desánimo se encuentra instalado entre la mayoría de los seguidores de Fernando Alonso. Puede que nadie esperase que ganara al título a la primera en su nueva aventura con McLaren y Honda, quizá en la misma proporción que tampoco podíamos imaginar una catástrofe de semejante magnitud. Cierto que otras muchas escuderías o proveedores de motores han tenido arranques titubeantes en sus aventuras en Fórmula 1, sólo que el caso que nos ocupa diría que sobrepasa cualquier antecedente referido a un nombre con tanto relumbrón en este deporte. Sobre todo porque las expectativas inmediatas siguen sin ser demasiado halagüeñas, los propios protagonistas dan por perdida la temporada e incluso empiezan a dudar sobre su potencial mirando ya a la siguiente.

Y es que cuando las cosas se complican la espiral del desastre puede alcanzar magnitudes impredecibles. Si Honda no mejora la fiabilidad, sus pilotos no pueden rodar y, por tanto, la evolución se ralentiza; sin evolución el rendimiento no progresa y la cola del pelotón se convierte en el territorio natural para un renqueante McLaren; y estando en pleno lío es más fácil que se produzcan incidentes y abandonos, como el último de Alonso en Austria tras colisionar con Raikkonen, así que tampoco así se avanza. La pescadilla que se muerde la cola o el perro flaco para el que todo son pulgas, como prefiramos sintetizar con el refranero popular una situación tan desalentadora. ¿Cómo se rompe la tendencia? Pues difícil decir, ni los propios especialistas afectados son capaces de encontrar el rumbo adecuado. Quizá un buen resultado, esperanzador cuando menos, sería el primer paso para dotar de energía positiva a un proyecto tan carente de ella en estos momentos.