Messi es un huésped en Argentina

Una y otra vez pasa: Messi no es el mismo en Argentina que en el Barcelona. En Chile ha vuelto a ser así. Se va con un solo gol, de penalti, y con una actuación sin brillo en la final. Es cierto que jugó una gran semifinal, también que en cuatro de los seis partidos que jugó le nombraron el MVP. Pero creo que en esto último hay parte del impulso que trae incorporado, y otra parte del bajo nivel de esos partidos. Pero en conjunto se ha observado una vez más que ese Messi del Barça, sobre el que se puede debatir con justicia si es el mejor jugador de la Historia, se queda en Argentina en uno muy bueno, sin más.

Hay razones, claro. Creció en el Barcelona y allí todo creció en torno a él. Todo se le respeta y él lo justifica con su juego. Si hay que echar a Ibrahimovic se le echa, si hay que decirle a Luis Enrique que trague, se le dice. Además de eso, ha tenido alrededor jugadores extraordinarios, procedentes de la mejor academia moderna del fútbol, y un ambiente en España y en Europa que no encuentra en Argentina. El fútbol técnico y elaborado del Barça le alimenta con facilidad. El césped del Camp Nou es un primor. Aquí se pega menos, se le protege más. Messi ha tenido suerte al crecer donde creció.

Con Argentina no es lo mismo, y menos en la Copa América, donde esas condiciones europeas mutan en un fútbol bravío donde todo talento tiene más dificultades. Tampoco Argentina le mira como el Barça: “Es como el hijo que te entregan cuando tiene 18 años”, me dijo un colega argentino, “no se le quiere igual”. Allí le sienten como un producto europeo y consideran sacrílega cualquier comparación con Maradona. Hasta se quiere más a Tévez, ‘el jugador del pueblo’. En su país natal, Messi es un huésped . Y ya se sabe que, según el dicho, ‘el huésped es como la pesca, que a los tres días apesta’.