Dios y el error Higuaín

La verdad es que quería que ganara cualquiera; pero soy amigo de muchos argentinos y estuve mensajeándome durante el partido con mi amigo Ricardo, que al final se rindió, y a mí me daba pena (esa palabra tan argentina) que sufriera. También quería que ganara Chile, donde tantos amigos tengo; pero me dio en la cabeza que iba a ganar Argentina, seguramente también por Messi, que tuvo ese gesto feliz abrazando a Alexis, que me cae tan bien. Cuando Alexis estaba en el Barça la gente malvada decía que no se le entendía nada, pues su español es bastante enrevesado, y que el único que lo entendía era Messi, que casi no tiene español, pues habla como para dentro.

Así que quería que ganara uno pero a la vez quería que ganaran los dos, por distintos motivos, todos ellos puramente afectivos. Ahí podríamos añadir lo literario: me cayó mejor Borges que Neruda, de modo que esto también contaba: Neruda era pomposo y prosopopéyico, y Borges era sencillo, tenía la humildad de los que no esperan de la vida sino una línea de posible fama, mientras que Neruda no quería ganar tan solo: quería ganar mucho. Luego bajaba a tierra y era como cualquiera, le gustaba el vino. Pero si veías a Borges te daban ganas de abrazarlo, mientras que si te encontrabas con Neruda te daba la impresión de que lo tenías que subir a una peana.

El 0-0 en ese sentido era la expresión numérica de una justicia poética, pues no iba a ganar ninguno, y ese podía ser el infinito mal pero también el infinito bien. Ganaría la nada, el cero; pero eso no ocurre en fútbol, y casi en ninguna cosa. Al contrario de lo que quería Kipling, siempre gana uno y pierde el otro. Por eso Dios, si fue Él, inventó la muerte, para que no ganara nadie sino Él. Hubo dos momentos de la noche en que parecía que el empate infinito iba a ser el resultado; observé que muchos futbolistas (e incluso el árbitro) alzaban las manos al Altísimo o se santiguaban: pensé que el fútbol se había vuelto laico, pero se ve que en estas circunstancias no es laico ni Dios bendito. Todos reclamaban de esa Alta Autoridad, que seguramente habita en el cielo al que se dirigen las manos de Messi cuando (ay, argentinos) marca, que les diera la victoria. Me imagino a Dios trasteando entre sus milagros a ver si podía contentar a chilenos y a argentinos. A cambio de la incertidumbre premió a los chilenos, seguramente porque tiene celos del Papa, que es argentino.

Para que Dios hiciera ese milagro hizo mediar a Higuaín, que protagonizó dos veces lo que la historia del fútbol calificará, como mi amigo Ricardo, como “el error Higuaín”. Nosotros los españoles tenemos “el error Berenguer”, que fue la equivocación de un político que precipitó la República. Y ahora Dios se ha servido del “error Higuaín” para despejarle dudas al Papa argentino, su hombre en la tierra. En primer lugar, aquel fallo que le sirvió (en fallo también) Lavezzi, que había servido de sucesor de Di María, sin fortuna. Y luego, ese penalti… Mi amigo Ricardo me envió el último mensaje de la noche, ya amagando en su alma la pena argentina: “A Higuaín hay que decirle que así se tira en el rugby”.

Un chileno, mi amigo Armando, me dijo desde Tenerife algo que me conmovió: “Fue todo Chilito”. Y no sólo Alexis acertó. Ay, Argentina. El error Higuaín va a perseguir a los argentinos como si hubiera sido en efecto el noble delantero el equivocado. Fue, una vez más, la mano de Dios, pero esta vez, como diría el genial Fontanarrosa, el mundo y Dios anduvieron equivocados y pusieron la mano donde peor le fuera a Argentina…