El Tour cambia de leyenda

Durante años se dijo que quien salía de amarillo en el Alpe d´’Huez ganaba el Tour. Llegó Armstrong e hizo bueno otro dicho: quien gana la primera etapa de alta montaña, gana el Tour. El estadounidense daba un hachazo ese día, y luego se dedicaba a administrar la diferencia, acechando a quien se atreviera a atacarle. Froome sigue esta táctica al pie de la letra. Lo hizo en 2013, y ahora ha empezado por hacer lo mismo. Lo sorprendente es que con una precisión milimétrica. Hace dos años coronó Ax3 Domaines con 0:51 segundos de ventaja sobre su compañero Porte y 1:08 sobre Valverde (Contador, octavo, a 1:45). Este martes coronó la Pierre Saint Martin con 0:59 sobre Porte y 1:14 sobre Quintana (Contador, undécimo, a 2:51).

Con tales precedentes uno puede pensar que el Tour se ha acabado. Me resisto a creerlo. Nadie se puede robotizar de tal manera ante las fuerzas verticales de la naturaleza. Esperan Aspin, Tourmalet, Plateau de Beille, Glandon, Croix de Fer dos veces, Alpe d´Huez y unos cuantos más ¿Va a bastar un ataque medido y programado para que cuanto queda no valga de nada? Si así fuera y se proclamara extraterrestre a Froome, siempre nos quedará el ataque de Contador al podio. De subirse a él en París, llevaría dos este año: Giro y Tour. Sólo le quedaría el de la Vuelta para conseguir lo que jamás nadie ha logrado: podio en las tres grandes un mismo año. ¿Alguien puede pensar que renunciaría a intentar convertirse él mismo en leyenda?