Mourinho se retrata con Casillas

Se diría que Mourinho tiene un tormento que se llama Iker Casillas. Está en Londres, ciudad superior. Tiene el trabajo que le gusta y para el que nació, entrenador de fútbol. Lo desarrolla en un club, el Chelsea, cuyo propietario es un súper-rico ruso, que le busca lo mejor del mercado para que, junto a su supuesta ciencia, pueda hacer un equipo ganador de Champions League. A Mourinho, tal y como le van las cosas, se le podría decir aquello del anuncio de una maquinilla de afeitar de los sesenta: “Eres joven, guapo y con dinero: ¿Qué más quieres, Baldomero?”.

Baldomero, el spot en cuestión lo aclaraba, lo que quería era una maquinilla eléctrica de determinada marca, que invadió el mercado con aquel anuncio. Mourinho, también joven (al menos mirado desde mi atalaya), guapo (eso sostienen mis amistades femeninas) y con dinero (en eso no hace falta ninguna aclaración) no se atormenta por una maquinilla de afeitar de más o de menos. Su mejor ‘look’ lo alcanza mal afeitado, con ese aire un puntito canalla del que no ha pasado la noche en casa. No. A él lo que realmente le atormenta es lo que le pagan a Iker Casillas en el Oporto.

Algo tiene mal resuelto Mourinho en su vida cuando se preocupa por lo que el Oporto le paga o deja de pagar a Casillas. Quizá se sienta atacado por la retambufa, ya que aquel fue el club que verdaderamente le lanzó como entrenador. Cabría suponer que su desarrollo vital posterior le hubiera debido librar del tinte mezquino en la mirada hacia el pasado que sufren los que no se han movido de su sitio. Pero no. Mourinho viaja, pero no avanza. Así que ahora que Casillas es recibido con palmas y caluroso entusiasmo en el Oporto él sufre eso que se llama cuernos retrospectivos.