Del Sevilla y el Celta al Elche

Hace veinte años la Liga decretó el descenso del Sevilla y el Celta a Segunda por no atenerse a los parámetros económicos fijados en la época. Concretamente, por no presentar en la fecha prevista, a pesar de los insistentes requerimientos, el aval exigido sobre un porcentaje del presupuesto. Aquello provocó unas movilizaciones populares extraordinarias, con marchas sobre Madrid. El CSD se acobardó. Fueron readmitidos y al tiempo se respetó el ‘derecho’ del Albacete y el Valladolid a ocupar sus plazas, como les había correspondido en el proceso. Aquello acabó en una indeseada Liga de 22 clubes.

Ahora es el Elche el que se ve en esa situación. Por supuesto, en la ciudad duele, pero la reacción no es tan desesperada. Aun desde cierto convencimiento en la afición ilicitana, más o menos justo, de que Tebas no mide a todos los clubes por el mismo rasero, hay un punto de resignación ante una realidad: los anteriores gestores del Elche hicieron las cosas muy mal. Los actuales han hecho por arreglarlas, pero no han llegado a tiempo. Y no sólo a criterio de Tebas, sino también ante los del TAD primero y los de la Audiencia Nacional después. El Elche se va irremisiblemente a Segunda.

Bien que lo siento, porque nací al fútbol con el Elche en Primera, con aquella delantera del CLERO: Cardona, Lezcano, Eulogio Martínez, Romero y Oviedo. Pero se va a Segunda porque el dúo Cardenal-Tebas se ha propuesto que se acabe de una vez por todas aquella mala práctica de un fútbol sin cuentas ni control. Y porque estamos en otra sociedad, distinta de la de hace veinte años, en la que se entiende que al fútbol ya no le vale todo, y que Hacienda, los jugadores y los proveedores cobren cada cual lo suyo. Eso explica la civilizada reacción en Elche, tan distinta de aquellas algaradas. Dura lex, sed lex.