Clara Basiana

Pingüinos en Kazán: listas para el Mundial más difícil

Después de unos cuantos años nadando en este equipo empiezo a darme cuenta de que la competición es el mecanismo de unión más fuerte que hay. Afrontar juntas otra cultura, otras circunstancias, otras condiciones nos hace crecer como grupo. Por ejemplo, llegamos el primer día a la piscina de competición, y después de dejar todas las mochilas en nuestra zona de campamento (marcando estilo entre los países del Este y los latinos), Ona Carbonell se acercó al bordillo sabiéndose observada por medio equipo con el pensamiento de ¿estará fría?

Creando un ambiente de suspense metió la mano en el agua, se giró hacia nosotras y efectivamente puso cara de “vamos a morir congeladas como Jack sobre la tabla de madera de Titanic”. Pero hasta que no saltamos a la piscina no fuimos conscientes de la magnitud del drama. El agua estaba a 22 grados. ¿Qué opciones existen delante de esta situación? Pues dos: o te adaptas o te vas a tu casa. Y teniendo en cuenta que la segunda nos quedaba lejos... Nos pusimos manos a la obra.

El entreno iba a ser duro, teníamos que adaptarnos a una piscina nueva: diferentes medidas, sensaciones, intensidad de la música... Así pues tuvimos que omitir la palabra frío de nuestro vocabulario, nadar con el doble de energía para combatirlo y siempre que escuchábamos correcciones de las entrenadoras mantenernos tan juntas como una familia de pingüinos.

No se me ocurre mejor forma de inaugurar este Mundial, que se presenta como uno de los retos más difíciles de los últimos años, pero que vamos a luchar con toda nuestra fuerza, cada día un poco más unidas que el anterior.