Fernando, ¡gracias por todo!

Ahora que vivimos instalados en las tinieblas, cuando las cosas no funcionan, cuando el desánimo se apodera de la ilusión, supone un bálsamo reparador echar la vista atrás y recordar todos esos momentos felices de los que nos ha hecho disfrutar Fernando Alonso. Este fin de semana compite en Hungría sin opción alguna a la victoria, a un triunfo como aquél que logró precisamente en este mismo escenario en un ya lejanísimo 2003. Fue el tópico del sueño hecho realidad, los que crecimos en una Fórmula 1 sin lustre para los pilotos españoles no podíamos creernos que aquello fuera verdad. Uno de los nuestros en lo más alto del podio, sobre su cabeza la bandera nacional y sonando ese himno como música celestial. Inolvidable y maravilloso…

También por eso creo que hay que estar siempre, de forma incondicional y sin reparos, junto a Alonso. No sólo porque su inconmensurable talento y su abnegación lo merecen, es que también le debemos tanto… Vinieron muchos más triunfos, dos títulos mundiales consecutivos en 2005 y 2006, ver a un asturiano en un equipo de campanillas como McLaren y después rumbo a otro legendario llamado Ferrari. La suerte le ha dado la espalda más de lo deseable, arrebatándole injustamente otros logros que parecían suyos. Sí, también hemos sufrido con él y seguimos haciéndolo al compartir las penurias de un proyecto que no termina de arrancar. Aunque eso da igual, es un grande y lo será para siempre, pase lo que pase también a partir de hoy.