El Tour de Froome, Quintana y Valverde

El Tour rinde hoy viaje en París con Froome vestido de amarillo. Un gran ganador, que sufrió ayer en el Alpe d’Huez. Fue una hermosa subida, en la que Quintana puso por fin sobre la mesa todo lo que tenía, apoyándose primero en Valverde, que saltó antes que él, y luego en Anacona, que andaba por delante. Buena estrategia del Movistar, buenas piernas de los tres. Tan bueno todo que se echó aún más en falta que no lo hicieran antes. En los Pirineos, que Froome pasó sin sobresaltos, o en la etapa de la víspera, donde el ataque fue muy tardío, apenas un pellizco de monja. Como hecho ‘por el qué dirán’.

El ciclismo se nos llena de entrenadores conservadores. Desde el máximo respeto a Froome queda una cierta sensación de lo que pudo ser y no fue. Quintana es un escalador de época y se encontraba ante un Tour sin apenas contrarreloj, y con la compañía próxima de Valverde, en una madurez colosal. Pero el equipo no ha arriesgado, ha pensado en clasificaciones menores. Al final probó con una embestida y media en los Alpes. Y no, no ha valido. Cuando al ciclismo se le quita ese punto de heroísmo que le hace tan singular pierde mucho. Demasiado pinganillo, demasiado poder para el entrenador...

Por lo demás, Froome es un gran ganador, respaldado por un gran equipo. Ha tenido que soportar la animadversión en las cunetas por unas temerarias insinuaciones de tramposo. Quiero recordar aquí que quien echó a correr esa bola fue el detestable Armstrong, que en mala hora pasó por este Tour, aunque fuera para una buena causa. Y si Froome es un gran ganador, Valverde es un gran tercero. Su emoción hasta la lágrima por este podio es llamativa, dado todo lo que ha ganado este hombre de 35 años. Ese llanto es el mejor homenaje al Tour, ese invento que tanto agradecemos a Francia.