El primero de la clase y el camarote del entrenador

Egos. Jesús de la Serna, maestro de periodistas, decía que, como el capitán de un barco, el director de un periódico (él lo fue, muy bueno) debía comer solo en su camarote. Algo de director de periódico tiene un entrenador de fútbol, pues ha de conjugar al menos once egos, que son los que juegan, con los egos naturales de los que sienten preteridos, y ha de serlo desde su camarote y en solitario. Como se dice de otras instancias más solemnes en el Nuevo Testamento, una palabra del jefe, o de la autoridad, no sólo vale más que mil palabras sino que te puede salvar del abismo o de la depresión. Y a veces los entrenadores de fútbol (como los editores de libros o los directores de periódicos) tienen que salir a la palestra dando una palmada en la espalda del afectado o elogiando al deprimido más allá de lo que debería ser su patrón.

Entrenamiento. A los periodistas y a los autores de libros hay que mimarlos, los tiene que mimar el director. Una mirada que no resulte muy afectuosa es tomada habitualmente como un desdén, y siempre hay acechando (en el caso de los escritores, en el de los periodistas eso, ay, dejó de suceder hace rato) alguien de la competencia que quiere fichar a la estrella dolorida. Ahora ha pasado en el fútbol donde esto de los egos sucede hace rato, con Cristiano, que ha vivido esta semana una curiosa sucesión de dimes y diretes silenciosos con su entrenador, el ahora sonriente Rafa Benítez.

Exageración. Todo fue por unas declaraciones en las que el nuevo entrenador del Real Madrid dejó a un lado el protocolo de las estrellas, y en lugar de citar al primero de la clase se refirió a la delantera que responde a las siglas BBC como un firmamento. La exagerada reacción de Cristiano Ronaldo, que es indiscutiblemente el primero en su clase, al menos en el Real Madrid, y que como tal también ha sido reconocido recientemente por las más altas instancias del fútbol, se manifestó luego en un entrenamiento. Al parecer, el futbolista se sintió quemado porque el entrenador le anuló un gol amistoso porque estaba en fuera de juego. Y Dios la que se armó.

Un caso. Lo que siguió es algo que los que hemos sido editores de libros lo hemos vivido con muchos autores, más de los que la gente piensa. Uno tiene que buscar toda clase de subterfugios para reconducir el agravio, para llevar al autor al convencimiento de que, en efecto, él es el primero de la clase y que Blancanieves nunca más lo verá en el espejo sino como el más guapo entre todos. Benítez ha aprendido la lección, y por lo que dicen las crónicas ya Cristiano está tranquilo: es el primero de la clase, punto. Y punto, como suelen decir los que mandan a callar.