La lluvia de Bagaría y los festivales de fútbol

Histeria. Hay algo impúdico en esto de los festivales de verano del fútbol. Hay casi tantos como clubes, grandes y pequeños, tiene el fútbol nacional. Produce alegría en la afición, pues no hay nada que nos guste más que un partido aunque sea en el patio del colegio de nuestros hijos o nietos. Y ver competir a otros, aunque cueste la entrada o el Canal +, es relativamente gratis. Pero en otros ámbitos produce histeria. En los ámbitos directivos, en el banquillo y en el mundo de los agentes. A eso vuelvo ahora.

Mihura. Antes quiero contarles un chiste. Había un gran humorista español, Miguel Mihura, dramaturgo de Tres sombreros de copa, entre muchas obras, y compañero de un gran dibujante, Bagaría, en las páginas del mítico El Sol. Bagaría hacía los dibujos, Mihura hacía los textos. Y este que firmaron ambos lo vi reproducido en la primera Enciclopedia del Periodismo, la de Nicolás González Ruiz, que vi en mi vida. El chiste era este: se veía una enorme gota de agua, como de lluvia, y dos personajillos debaten sobre qué es. Uno de ellos responde: “Es una nueva manera de llover. En lugar de que esté cayendo agua todo el rato, cae una gota de pronto y ya llovió”.

Proliferación. Y en fútbol hay tal proliferación de festivales y de festivalitos que esto parece un carrusel (sin radio, además). En primer lugar, porque las directivas han de cumplir decorosamente la obligación de organizarlos; y en segundo término, porque se hacen mientras los equipos se están construyendo, lo que lleva a exposiciones innecesarias de defectos más que de virtudes. Es una expo engañosa del fútbol.

Fichajes. A esa impudicia se une un hecho bastante común: algunos de los jugadores están en trance de irse de sus clubes a otros de la competencia y han de cumplir compromisos pendientes. El caso de Pedro, o el De Gea, o incluso el de Sergio Ramos, son paradigmas de esta locura histérica a la que nos lleva la sobreexposición veraniega de los futbolistas, que de pronto se ven en misa y repicando.

Solución. La solución es darle a esta época estival del fútbol el sosiego necesario para que los jugadores se preparen, las directivas se asienten y los aficionados nos leamos los libros pendientes, en lugar de estar pendientes de la tele o de la grada. Eso se conseguiría si le hiciéramos caso al personaje de la lluvia de Bagaría.