Barça-Sevilla, Messi y la salmonelosis

En Tbilisi, capital de Georgia, se juegan esta noche la Supercopa los dos campeones europeos. Los dos son equipos españoles y no es la primera vez que eso ocurre. Sin ir más lejos, pasó el año pasado, en Cardiff, con el Madrid y el Sevilla. Como ven, repite el Sevilla, epicentro de las virtudes de nuestro fútbol. No tiene los ingresos del Madrid o el Barça, no puede equivocarse un año y gastar el siguiente cien millones más, como los citados, pero a cambio sirve de ejemplo de lo que puede hacerse con menos dinero y más ingenio. Lleva ganados cinco títulos europeos en los últimos diez años.

Aleix Vidal, su última estrella emergente, se ha ido al Barça, como se fue mucho antes Alves. Y también Adriano. Y Rakitic. Es admirable cómo algunos clubes españoles resisten la vecindad abrasiva del Madrid y del Barça y van saliendo adelante con el ingenio y el conocimiento de sus ‘monchis’ (de los que el mejor sin duda es Monchi, con el que doy nombre al conjunto de ellos) para apañárselas. Admiro al Madrid y al Barça por su poderío, por sus ‘cristianos’ y sus ‘messis’, por su pugna por ser el mejor no ya de la calle ni de la ciudad ni del país, sino del mundo. Pero admiro aún más a los que se les enfrentan.

Sea el Depor, el Valencia, el Athletic, el Atlético o el Sevilla, siempre sale un ‘espartaco’ dispuesto a afrontar la causa romántica e insensata de moverles el pedestal. Ahora es el Sevilla. Un Sevilla sin centrales, atacado por la espalda por la salmonelosis. Dura prueba ante un Barça en el que Messi luce de repente una tableta modelo Cristiano Ronaldo. Falta Neymar, sí, con paperas, pero su plaza la ocupará un campeón del mundo, Pedro. Son los lujos que sólo pueden permitirse los muy grandes. Las apuestas, claro, están con el Barça. Seguramente ganará. Pero quien ganará seguro es la Liga española.