Demasiados récords en natación

Finalizados los Mundiales de natación, tenemos los de atletismo a partir del sábado de la próxima semana. Es curioso: mientras en la natación llueven los récords —doce hubo en Kazán—, en el atletismo caen con cuentagotas. Aún siguen vigentes siete, todos femeninos, de los Juegos de Seúl, en 1988: Griffith en 100 y 200 metros, Donkova en 100 vallas, Chystiakova en longitud, Reinsch en disco, Joyner en heptatlón y el relevo ruso de 4x400. Anteriores quedan cuatro más: Koch en 400 , Kratochvilova en 800, Kostadinova en altura y Lisoskaya en peso. En aquellos mismos Juegos también se consiguieron numerosos récords en natación. Kristin Otto, de la extinta RDA, se colgó, además, seis oros. Seguía la estela de las Krause, Schneider, Ender, Richter, Pollack...

Todas fueron plusmarquistas, multimedallistas y víctimas del dopaje de estado que se seguía en su país. Exactamente igual que las atletas. Pero hay una diferencia: mientras las marcas de las atletas no han sido superadas, las de las nadadores han sido pulverizadas. Los récords en natación caen con una facilidad fuera de lo común. Primero fueron los rebosaderos y luego las corcheras para absorber el oleaje, después los trajes para mejorar la flotabilidad, ahora el volteo y los tramos subacuáticos para ganar segundos. A diferencia del atletismo, hay una capacidad de mejora en la natación todavía insospechada. Quiero pensar que sólo sea eso. En la natación los escándalos de dopaje no abundan: sólo tiene 31 sancionados por 165 del ciclismo y 295 del atletismo.