El entrenamiento del meta

Despiste. La leyenda dice que unos soldados japoneses con hambre de seguir la batalla continuaron combatiendo en la guerra mundial cuando ésta llevaba años vencida. A veces se producen estos despistes en la vida, y en todos los órdenes de la vida. Por ejemplo, en el fútbol. Ha sido noticia estos días que el portero alemán del Barça, Ter Stegen, ha demostrado tanto amor por el entrenamiento que llegó a la concentración azulgrana diez días antes de que le tocara, para prepararse mejor ante una temporada que se presenta como una buena confirmación del historial reciente del equipo en el que él participa. Ahí empezó el desastre: en que se tomó el partido como un entrenamiento.

Ensayo. Imagino que en esos entrenamientos el guardameta germano habrá ensayado todo tipo de jugadas; alguna vez, sigo imaginando, habrá querido ser delantero, o medio volante, o incluso entrenador. Y le ha gustado tanto el ensayo que ha perdido la noción del tiempo, del espacio y del juego y se ha metido a hacer de cualquier cosa para cumplir no sé qué promesa. Su despeje de cabeza, que le acercó a Higuita y al ridículo, ha sido unos de los fallos más terribles de un portero del Barça en los últimos tiempos. Solamente se justificaría en un entrenamiento, y es probable que eso es lo que estuviera haciendo Ter Stegen: entrenarse para ser Bravo o para ser Higuita. Y le dio por esto último. Luego ya fue cuesta abajo, arrastrando a su defensa hasta límites inconcebibles en el historial reciente azulgrana.

Contagio. El problema de estos fallos surrealistas de Ter Stegen no acaba en ese gol, sino que tiene una consecuencia inmediata en la defensa, que ahora no sólo varía en sus componentes sino, de manera decisiva, en su calidad. La defensa está contagiada de una enorme inseguridad; se refleja ya en los goles que encaja y se refleja también en esa sensación de provisionalidad (de entrenamiento) que tiene este Barça inaugural. Su fracaso está en la retaguardia; el portero es el símbolo. Sus acompañantes son la comparsa lamentable de su actualidad futbolística.

Premonición. Pep Guardiola suele decir que la mejor delantera es una buena defensa; en la primera parte del partido ante el Athletic la defensa condicionó gravemente el juego de los delanteros; que Messi sólo ha despertado el pie izquierdo (como dice don Luis Suárez en Carrusel) al final de los primeros 45 minutos indica no sólo despiste; marca como un calco lo que le pasa a esa defensa sin capacidad creativa y sin seguridad. Luego la debacle fue como una fiesta bilbaína ante una impotencia que hace opaco cualquier recuerdo de la brillantez azulgrana. No funcionó nada. Y eso, aunque parezca una exageración, proviene de la inseguridad que al equipo le genera la falta de un portero al que le sobra entrenamiento y le falta esencia de guardameta.

Desastre. El desastre se quedó grabado en el rostro del entrenador; el semblante de Luis Enrique siempre suele ser premonitorio. Tronará esta semana; hallará (seguramente en privado) los culpables; pero esta derrota no es la de Anoeta del año pasado. Es la derrota que avisa de que el Barça tiene una línea entera, la defensa, que está vendiendo al equipo. Y eso no se arregla únicamente echando una bronca. Enhorabuena, Athletic, lo mejor del partido, por esta lección de fútbol.