Hello, Pedro; adiós, Pedrito

Se consumó. El muchacho de Abades ya no es del Barça; esa historia en la que se hizo se ha convertido en arena del pasado; en sus playas tinerfeñas, Abades, El Médano, los chicos escriben su nombre sobre la arena, y un golpe de mar diluye esas letras. Eso pasa ahora con la historia de Pedro Rodríguez. Es un chico aún amado por la ingenuidad de la vida, fiel a la naturaleza modesta de su origen, y no se le ha torcido el gesto, ni cuando, en estas últimas horas, el equipo que ama le hizo un guiño de desdén, o cuando, en la derrota, él también se enfureció, igual que se enfureció en la victoria.

El lado humano de esta despedida, que ahora lo convierte en un súbdito del noble fútbol inglés, al que ha de saludar con el debido respeto, se queda ahí: el fútbol no es rabiosamente humano, no se crean; es más bien un negocio que ata y desata a su antojo, y destruye, en el aficionado, la ilusión de ver siempre a los mismos envejecer con su camiseta. No es así, nunca ha sido así, por otra parte. Hay en el fútbol lo humano y lo económico; pero en medio hay, también, lo estrictamente competitivo, que tiene de las dos cosas: humanamente, para Pedro era duro seguir, porque no iba a tener ni horas ni minutos, teniendo enfrente a esos tres notables delanteros que, uno a uno, le cierran el paso de manera terminante. Y en lo económico, un minuto más en el Barça hubiera hecho descender su cotización a niveles que ya no serían rentables para el tiempo de vida futbolística que tienen estos jugadores, que no están ahí toda la vida. De modo que se ha tenido que ir, siguiendo una ley que entiende el mundo de las transacciones, pero que los aficionados nos resistimos, porque somos unos idealistas, a comprender. Dice Albert Camus, en El revés y el derecho: “Menos mal que están los idealistas para arreglar las cosas”. Pues no, maestro: en esto del fútbol, al que usted sirvió como portero, los idealistas estamos para tratar de olvidar las heridas que nos hacen sufrir los clubes.

Hay un aspecto más en este traspaso que es interesante: Pedro nació para el fútbol grande en la Masía, por la que han transitado, de una forma u otra, sus tres pretendientes: Luis Enrique, si es que lo pretendía; Louis Van Gaal, al que su directiva le hizo un corte de mangas y capirotes, y José Mourinho, que finalmente se lo ha llevado al Chelsea. En la lejanía, Pep Guardiola, que lo reinventó como futbolista y que confió en él como pocos. Tantos barcelonistas en medio, y miren por donde, ahora le decimos adiós a Pedrito mientras Londres le dice hello a Pedro.