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Adán y el escenario del corazón

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En nada menos que 16 años de Casa Blanca, Adán conoció a decenas de compañeros, cinco presidentes, dos ciudades deportivas y un sinfín de entrenadores incluido su verdugo con pinta de valedor, Mourinho. Pero Bernabéu sólo hay uno, el mismo. El teatro de sus sueños de niño con guantes, que llegó a disfrutar con más dolor que euforia, le recoge de nuevo bajo la meta rival. Con un discurso de manual y el gesto impasible, al ahora portero del Betis le cuesta reconocer que cuando salte a ese césped que consideró su casa le recorrerá por el cuerpo más de un escalofrío.

El Madrid te devora. A Adán, salido por la puerta de atrás casi como daño colateral de esos tiempos de napalm que marcaron la era Mou, por poco le rebana la carrera. El portugués le dio al ahora verdiblanco una oportunidad envenenada, usándole de arma arrojadiza en su guerra contra Casillas. Cinco meses después de irse, en enero de 2014, el guardameta penaba desorientado por Italia, en el Cagliari, y no lo dudó cuando le llamó un Betis al que ya habían desahuciado hasta los más optimistas. Tanto le gustó Heliópolis que, incluso con el equipo descendido, decidió renovar. Sabía que no tardaría en regresar a escenarios de lujo que, como el del sábado, también tienen mucho que ver con el corazón.