La Cumbre del Sol es un hallazgo

La Cumbre del Sol ha sido un descubrimiento. Una cumbre entre Calpe y Jávea a tener en cuenta para próximas ediciones. Es tipo Ézaro y La Camperona. Puertos cortos, pero de máxima exigencia, donde siempre ocurren cosas. Puertos inventos de la Vuelta, donde si no das pedales te vas para abajo, y si te pasas revientas. O sea, que no queda más solución que bajar la cabeza, ponerse a sufrir y llegar hasta donde se pueda. No vale reservarse, ni intentar seguir una rueda. Simplemente, hay que darlo todo. La cima consagrará al más fuerte y destapará al débil. La Cumbre del Sol, en su primera aparición, quedó bendecida por un Froome imperial y un Dumoulin que viene de tapado, como fue el caso de Cobo o Horner, mientras sepultaba a Chaves.

Estas etapas monopuertos suelen producir más daños que las clásicas de alta montaña. Hay datos: en la de ayer, Froome sacó tres segundos a Purito, 14 a Aru, 18 a Valverde y Quintana y 57 a Chaves, líder hasta entonces. Este año, la etapa del Tourmalet, undécima del Tour, no dio más que para dos segundos de diferencia entre Valverde, Froome, Contador y Quintana. Nibali fue el más damnificado, con 50 segundos perdidos, menos que Chaves ayer, pero mientras éste los cedía en cuatro kilómetros de subida, Nibali los perdió tras un puerto de cuarta, dos de tercera, el Aspin, el Tourmalet y la subida a Cauterets. Bienvenidos, por tanto, estos puertos de la Vuelta, donde el espectáculo está asegurado. Y las diferencias, también.