El bochorno planetario de Florentino en la noche que perdieron todos

De Gea, el gran damnificado. Más allá de los memes, de las recurrentes escenas de los Simpson, del hazmerreír mundial, está la persona. Imagino a De Gea, después de haber ninguneado a Van Gaal en su renovación, después de convertirse en proscrito para la afición que le veneraba, teniendo que volver a Manchester, obligado a pedir árnica, viviendo donde no quiere, con un horizonte incierto en manos del excéntrico Van Gaal. Su sueño madridista en el teatro de las pesadillas, víctima de un esperpento de despachos elevado a su máxima expresión. Por no hablar del papelón de Jorge Mendes, con su representado en la peor situación deportiva imaginable.

El director deportivo Pérez. Por mucho que haya sido el Manchester el que haya dilatado la respuesta y los movimientos, no medir los tiempos de una doble negociación vinculante y complicada, llevar el ridículo al límite, intentar maquillarlo con lo de las 23:59 y cargarle todo el mochuelo al United, con el precedente cercano de Coentrao, es de récord guiness de la torpeza o de la soberbia. Y eso no quita para que sea digno de alabanza haber intentado cumplir su palabra con De Gea, pero el desenlace para quien alardea a nivel empresarial de ser el primer club en la industria del deporte mundial es bochornoso.

Keylor, menos dinero y más cariño. Después de que el Real Madrid escenificase su rol como segundo plato para su portería, de enterarse casi el último de lo que era un secreto a voces, Keylor cumplirá el anhelo deportivo de seguir siendo el portero titular del Real Madrid. El tema es que pactó con el Manchester cobrar justo el doble de lo que gana en el club blanco. Puede que esté herido en su orgullo, que piense, como dice su padre, que De Gea era el favorito de la Prensa por ser español, pero tengo la sensación de que el cariño del Bernabéu se multiplicará tras lo ocurrido.

Van Gaal, con la sartén por el mango. Nadie puede saber si ha actuado en clave de venganza o de manager herido en su orgullo. Lo cierto es que mientras el mundo se frota los ojos no entendiendo nada, el holandés tiene a De Gea a su merced y un delantero de 19 años y 80 kilos. Lo que es seguro es que el Manchester se ha ganado un mal enemigo.