El gol de un jugador feliz

Cuando acabó el partido Messi se abrazó con todos sus compañeros, como si estuviera besando a un niño. Su felicidad no viene sólo del hijo que ha tenido; a Mateo le dedicó su gol. Esa felicidad viene de que el partido esperó por él para coronarlo como el mejor de la parte en la que peor jugó su equipo. El Barça estuvo firme en la primera parte; jugó con unos recursos técnicos que le dieron velocidad a sus incursiones; Neymar no fue capaz de vislumbrar a Rakitic en una jugada decisiva, pero el equipo acorraló al Atleti como si hubiera ensayado el partido y los locales aún no hubieran entrado en el campo.

Hubo, por parte azulgrana, técnica y táctica, y por parte atlética hubo voluntad, tan solo. Hasta que llegó Torres y desequilibró el partido en una de esas arrancadas en las que la zaga azulgrana estaba a contrapié. La rectificación de Neymar, cuyo gol fue un bálsamo que precedió al ingreso de Messi en el campo, fue en este tiempo el único rasgo positivo de una actuación desentonada. Messi marcó un gol magnífico, recurriendo al método de la sorpresa. En el campo tuvo, mientras se halló ausente, a este Messi que juega con el seudónimo de Iniesta. El albaceteño parece un espejo del argentino, y es el que le da calidad al equipo cuando se echa en falta al padre de Mateo.