La Vuelta: Aru, Purito, Majka y Colombia

La Vuelta a España rindió viaje ayer frente a Cibeles, en una preciosa jornada que se ha convertido ya en un clásico de la capital, una fiesta deportiva al estilo de aquellas de los años en los que el Athletic siempre jugaba aquí la final de Copa. La gente disfrutó en gran número del pasar y repasar de los ciclistas en un apacible atardecer madrileño, ya suavizado el calor del verano. Y con unos cielos velazqueños, con esas nubes que hacen fondo a tantos de sus cuadros colgados en el Museo del Prado, por cuya fachada pasaba el circuito. Una jornada sin competición pero con exhibición grata al gran público.

Me gusta el ciclismo, me gusta la Vuelta, me ha gustado esta Vuelta a pesar de sus numerosas incidencias. Los ‘sprinters’ (Cavendish a la cabeza) sienten que no les es grata, pero tienen sus oportunidades, entre otras la de ayer. Pero sí, la Vuelta prescinde de esa semana inicial de etapas largas, llanas y sin más historia que el ‘sprint’, sustituidas por etapas briosas con llegadas en cuesta, cortas y fuertes, torturadoras rampas de garaje que producen escenas preciosas. Mantiene una gran contrarreloj y deja para la víspera del día final una etapa de montaña apta para ataques largos, que resultó.

Ganó Aru, un escalador que afina en la contrarreloj. Dumoulin cedió en la Sierra de Madrid por falta de equipo, pero ha sido todo un tío. Purito, la imagen más simpática del pelotón, fue segundo y el podio lo completó el polaco Majka, confirmando que el ciclismo se extiende. Y luego, y eso me es muy grato, dos colombianos, Quintana y el renacido Chaves. Los colombianos fueron una aparición felicísima en el gran ciclismo, por su condición innata para la escalada. La barra libre de EPO hizo que esa ventaja natural ya no sirviera. Que ahora vuelvan a estar delante es prueba de que el pelotón va por fin más limpio.