Cristiano y Messi, historia a cuatro manos

Cristiano ya tiene el récord de Raúl como máximo goleador de la historia, como Messi batió el de César. César fue jugador a caballo de los cuarenta y los cincuenta. Antes que él, el récord del Barça pertenecía a Alcántara, hispanofilipino de antes de la guerra. Antes de Raúl, que es de ayer mismo, el récord fue de Di Stéfano, a caballo entre los cincuenta y los sesenta. Quiero decir con esto que goleadores de tal dimensión histórica salen de muy tarde en tarde, casi ni uno por generación. Pero ahora se da que tenemos simultáneamente dos, tan colosales que reescriben a cuatro manos la historia del Madrid y del Barça.

Y eso que no son goleadores puros, o al menos no lo eran ambos hasta esta última versión de Cristiano, cada vez más metido en el área. Hoy parece abocado a eso, a ser un finalizador puro. Cuestión de economía de carreras. Pero antes de ahora, muchos de sus goles los hizo arrancando de su posición de extremo largo, creando situaciones de terror. Y Messi nunca tuvo, ni tiene, su biotopo en el área. Su juego arranca de la banda o la media punta, siembra el pánico con su regate, da el gol o lo marca él mismo y parece darle igual una cosa que otra. Y aún así llegó a anotar 91 en un mismo año natural. Una barbaridad.

No sólo reescriben la historia de sus clubes, también la del Balón de Oro. Se han repartido los siete últimos. Ningún tercero en discordia puede aún asomarse ahí, y ya veremos hasta cuándo. Messi ha ganado muchos más títulos, quizá porque cayó en una casa que pone el fútbol por delante del márketing y no tan expuesta a las ventoleras de un presidente errático. Pero a Cristiano hay que darle el mérito de remar río arriba, contra las convulsiones de su club y contra la competencia, que para otros hubiera sido disuasoria, de todo un Messi. No me canso de repetirlo y de repetírmelo: vivimos tiempos extraordinarios.