En busca del alma perdida

En otras condiciones, se estaría hablando de las escasas 65 horas de descanso del Sevilla entre la Juve y el Barça. Un exceso más del calendario. Pero algo está roto en el Sevilla. O al menos se ha despegado. El inicio de la temporada, salpicado por el espejismo de Tblisi, ha sido una calamidad. Un equipo que se creyó invencible se ha vuelto vulnerable, pura mantequilla. No parece un problema de calidad, sino de carácter. Emery echa de menos el tremendo corazón de Aleix, Mbia y Bacca y empieza a intuir que a él también le puede aplastar una de las verdades no escritas del fútbol: un once de meritorios pueden hacer un colectivo indestructible; un once de cien millones de euros puede descarrilar a lo grande.

En los últimos tiempos, al Sevilla no le ha convenido elevar el perfil. Sus éxitos han llegado desde el sacrificio: el dicen que nunca se rinde. El verano fue efervescente, tal vez equívoco. Emery decidió continuar. Konoplyanka, pretendido por media Europa, sucumbió a los encantos de Monchi. Y Llorente desató la locura. El Sevilla fue antes los jugadores que el equipo. Y no se puede empezar la casa por el tejado. Necesita tiempo y alma. Y fe en Emery, el mejor entrenador posible.