Mejor con la pizarra que con el verbo

Benítez va de charco en charco. Como entrenador me sigue pareciendo un notable estratega y un profesional intachable que ha elegido Valdebebas como su verdadero hogar (tiene la familia en Liverpool) y que pone sus cinco sentidos en preparar los partidos del Real Madrid. Pero todo ese trabajo de pizarra y laboratorio salta por los aires en cuanto que habla ante los medios. En verano, consiguió poner en guardia a Cristiano negándole varias veces como San Pedro a Jesucristo. Le costó tanto decir que era un lujo tener al mejor jugador del mundo y al vigente Balón de Oro, que acabó disculpándose diciendo que era el único insustituible y consiguió el efecto contrario: le sentó fatal al resto de la plantilla. Después le tocó el turnó a Benzema, al que ha convertido en la primera opción de cambio a pesar de ser su mejor temporada de blanco.

Con Keylor tampoco tuvo mano izquierda. Cuando le han preguntado si él había pedido a De Gea, en vez de decir que su apuesta era el costarricense y que lo del madrileño era cosa del presidente, se limitó a decir que siempre habría tenido un gran portero. Keylor ya sabe que para su entrenador era simple moneda de cambio. Y ahora le ha tocado el turno a Ramos. El que faltaba. Señala públicamente al verdadero líder del vestuario en una demostración de falta de tacto a la que ya ha respondido el sevillano en su línea: sin cortarse un pelo. Benítez ha logrado en tres meses que los pesos pesados estén revolucionados contra él. Mejor que no hable.