El secreto mejor guardado de Sampaoli

Chile-Brasil. El partido que hace tiempo, meses y meses, Sampaoli tiene en la cabeza. El trabajo de laboratorio que le obsesionó y al que más tiempo dedicó, su gran obra táctica, que la Copa América no le permitió exhibir (no hubo cruce). Más incluso que esa final de estudio ante Argentina en la que desnudó a Martino e hizo desaparecer a Messi sin tocarle. Brasil, Brasil, Brasil. Un plan que partió en el Mundial, cuando la Roja cayó por penaltis en Maracaná; que ultimó en Londres en un amistoso de marzo que perdió pero del que contra la opinión general él salió orgulloso (“ya está, eso era”, decía su sonrisa), y que ya en junio dio por perfeccionado. Un entramado que ha mantenido celosamente escondido desde entonces y que al fin, mañana, el mundo del fútbol podrá conocer de qué se trata. Aunque Chile ha crecido desde que surgió la idea y Brasil se ha precipitado, un partido para no perderse.

Maxi Rodríguez. La Fiera sigue rugiendo. Camino ya de los 35 años, el excapitán del Atlético conserva su acento competitivo en Newell’s, el club que le vio nacer y adonde el corazón le devolvió para jubilarse. El domingo lo demostró de nuevo ante Huracán firmando los dos goles de un 2-0 que su equipo tuvo que jugar media hora en inferioridad. Dos goles de estar, más de oficio que de brillo, con su característico sello discreto pero contable. Hace un mes, antes del derbi rosarino, los barristas balearon el portón de la casa de su abuela (“el clásico o las balas”, le habían amenazado en el anterior), porque así está el patio por Argentina. Pero Maxi no se arruga. Aún escoge seguir jugando. Y muy bien.

Universidad Católica. Posiblemente se trate de la mayor paranoia de la historia del fútbol. Universidad Católica, el tercer grande de Chile, pasa por un estigma que ha derivado en complejo. Una propensión a quedar segundo, más exagerada que real, que le marca como el ciclismo dejó señalado a Poulidor. Una tendencia patológica a perder finales o partidos grandes de una manera absurda y surrealista, cuando parece todo ganado, que se ha convertido en enfermedad propia y en motivo de burla desenfrenada de los rivales. Algo cercano a lo que le ocurría al Atlético en los partidos contra el Madrid recientes pre Simeone o a España con los cuartos de final antes de Luis Aragonés, pero agrandado a límites dementes. No se puede emplear la palabra segunda en Santiago, da igual el contexto, porque los hinchas cruzados se lo toman como una ofensa malintencionada, los taxistas te hacen bajar del auto y el club eleva una queja formal a la superioridad. Y este domingo, en un partido de máxima rivalidad contra Colo Colo, decisivo además por el título, la cosa volvía a repetirse: con un jugador más, ganando por 1-0 y llenando la portería rival de ocasiones, a seis minutos del final Pajarito Valdés ponía un empate surrealista (conducción desde su propio campo facilitada por una serie de resbalones defensivos en cadena) que les entregaba virtualmente la Liga y sumergía de nuevo a la UC en sus fantasmas. Pero de repente en la última jugada, como se curan estas cosas, Católica rescató el triunfo con un disparo perdido. Gol y pitido final. Pero tal es la paranoia que ningún diario se atrevió a escribir “victoria en el último segundo”. Ni a contar como quedó en ese momento la tabla de clasificación.