El calvario del fútbol y un aplauso a Piqué

Hay una imagen espeluznante, aunque no lo pareciera entonces, de Diana de Gales, poco antes de morir en un accidente horrible en el puente de Alma, en París. Es la princesa que había sido mujer de Carlos de Inglaterra saliendo a toda prisa del último hotel de su vida, acompañada de su amante de entonces. Los meses previos eran de enorme descuido de su tiempo y de sus viajes, como si estuviera huyendo de nada para encontrarse con todo lo peor. Y lo halló, tras una carrera sin sosiego.

He usado otras veces esta metáfora, y esta vez viene muy bien para hablar del desasosegado mundo del fútbol. Hay una imagen, la de Blatter bromeando de manera hiriente sobre un futbolista ahora fundamental en la historia del fútbol como espectáculo, Cristiano Ronaldo. El dirigente mayor del fútbol mundial hablaba ante escolares de Oxford, y dejó una imagen de botarate que no sabía dónde tenía la mano derecha.

Como si así hubiera tocado en la puerta de la desgracia, desde entonces su prestigio fue cuesta abajo en la rodada, hasta llegar al momento actual, en el que casi todas las cosas que le suceden al fútbol tienen que ver con esa actitud de hombre descuidado que no ha tenido en cuenta ni los detalles grandes ni los detalles chicos. Por así decirlo, se convirtió poco a poco en un apóstata de la ética del fútbol y lo ha ido arrastrando con él hasta términos que dan vergüenza social, vergüenza política y vergüenza ajena.

El director de La Vanguardia, Màrius Carol, reproducía ayer en su periódico una frase de John Carlin, en la que el gran periodista explicó que el fútbol es una religión y que la FIFA es su Vaticano. Añadía Carol: “Y, como en el Vaticano, los procesos de toma de decisiones que inciden en los corazones de cientos de millones de personas son opacos y medievales”. Da vergüenza lo que publican los periódicos sobre los manejos económicos de Blatter, este señor medieval, secundado por Platini, y seguido por presidentes federativos, representantes de esa religión mundial, entre los cuales están también conspicuos colegas españoles igualmente partidarios de las prácticas del Medievo. Hasta el presidente de la ética del fútbol había cruzado esa puerta de la desgracia por la que se colaron las malandanzas cuyo estilo marcó el hombre que se burlaba de Cristiano en inglés. Ante todo eso no sólo es venial la broma que Cristiano le reiteró a su hijo sobre los calcetines blancos que usó en ocasión de un homenaje a su padre, sino incluso esa persecución judicial que ahora parece que tiene en vilo a Messi.

El fútbol es una religión; pero al contrario de las religiones monoteístas, en las que el dios jamás se equivoca, en esta religión hay demasiados dioses y el único que tiene un prestigio inequívoco es lo íntimo que siente cada aficionado: el juego, el fútbol propiamente dicho, la pasión por el balón como metáfora de este entretenimiento de poder superlativo. Todo lo demás da vergüenza y asco, y produce sensación de peligro, como aquella salida veloz de Diana hacia la destrucción y hacia el acabamiento.

Posdata. Un aplauso para Piqué. Me viene del alma dárselo al excelente central del Barça­. Esta broma macabra que reiteran los que le pitan no representa a la buena afición al fútbol, sino a hooligans que un día tendrán que desaparecer para que este gran deporte sólo tenga a los indeseables fuera de los estadios.