El arte, De Gea y el esfuerzo de todos

Sin jugarse nada y con lo que en baloncesto se llamaría ‘la segunda unidad’, España cerró el grupo ganando a domicilio a Ucrania, que necesitaba esos puntos para clasificarse como mejor tercera. Esa plaza ahora será probablemente para Hungría, donde se siguió el partido con pasión. A Ucrania le queda la posibilidad de la repesca contra otro tercero y el consuelo de que lo intentó. Remató 28 veces, tuvo la virtud de culminar sus escasos acercamientos en la primera parte y casi todos los de la segunda, en la que dominó. Pero De Gea estuvo inmenso, parando por alto o por bajo, y dejó sin premio tanto remate.

España hizo una primera parte buena y una segunda mala. En la primera parte controló el juego con su aire de siempre, sus jugadas bien trenzadas entre los de arriba, que sin ser los titularísimos eran todos jugadores de tronío. Los problemas llegaban atrás, en las aproximaciones de Ucrania, que dejaban clara la bisoñez de la defensa. A cambio, desde el principio apareció un De Gea pleno de rapidez y seguridad. En cuanto al ataque español, dio como fruto un gol, de Mario, que le compensó de sus sufrimientos ante Konoplyanka, y un penalti fallado por Cesc. El agitador de la delantera  fue un gran Nolito.

La cosa siguió igual tras el descanso hasta una jugada prodigiosa entre Thiago e Isco que acabó en remate de Alcácer que no entró, seguida de rebote y gol anulado a San José. A partir de ahí, España desapareció. Perdió el control, se replegó, sufrió y salió en contraataques locos que no hacían sino acelerar la nueva acometida de Ucrania. Pinceladas de arte (Thiago dio un recital) pero pérdida del control. Del Bosque lo remedió algo con los cambios, pero sólo algo. Hasta el final todo fue un apretón amarillo, con De Gea una y otra vez diciendo que nones. Hungría le tiene que estar agradecida.