Óliver buscando a Óliver

El Atlético acusa el tiempo perdido, la falta de atrevimiento, no fiarse de la capacidad de Óliver hasta que la demostrase en otro lado. Hoy ya debería ser el jefe, la bota sobre la que girase el juego, y sin embargo aún anda buscando su sitio. Cómo adaptarse al exigente modelo del Cholo, donde no alcanza con el toque delicioso y la visión de juego, donde el desgaste, la colocación y la ayuda pesan más. Y no, el chico no se encuentra, no es todavía el futbolista descomunal que lleva dentro.

Sí es un jugador suceso, ocurren cosas cuando la pelota pasa por sus zapatos. La mayoría buenas: darle otra velocidad y rumbo a la jugada, otorgarle calidad y veneno, irse y asociarse, gritar su clase. Pero también dañan a su propio equipo por fragilidad física y táctica, por pérdida de balones que ofrece baratos al rival y pescan al contrapié a sus compañeros. Hay tramos en que los partidos le pasan por encima, otros en los que desaparece. Y el anonimato en su caso es un pecado.

Es siempre la primera sustitución, es verdad, pero también es indiscutible que este año Simeone sí le ha regalado titularidad y confianza, protagonismo pese a la competencia, el número diez. Así que, asumiendo que la fórmula no es la mejor para sus cualidades, es a Óliver a quien corresponde resolver las sospechas que lo acompañan. No son incompatibles el esfuerzo y la creatividad. Al Cholo le conviene encontrarle el lugar adecuado, pero es al mejor futbolista de la plantilla al que le toca convencernos de que lo es. Y eso pasa por vencer de una vez la timidez. Atreverse a ser siempre Óliver Torres, ese futbolista del que hablará la historia.