El aire del juego de Johan Cruyff

El juego de Johan Cruyff era de aire. El de Kubala, que le precedió en nuestras más antiguas preferencias, era de tierra, casi de cemento; en sus pies la pelota deambulaba por el césped reclamando su espacio terrenal, casi enraizada en lo más profundo del campo. A su lado, al lado de Kubala, Luis Suárez era también de aire, como lo serían más tarde las maneras de jugar de Xavi o de Iniesta, en el Barcelona. Cuando llegó Cruyff, antes de Ronaldinho, por ejemplo, que no sólo era de aire sino aerostático, como Neymar en este momento, el Barça cambió la tierra por el aire, hasta que Pep Guardiola, que fue su heredero más fiel, su continuador más pertinaz, creó un sistema de juego que consolidó para el futuro (hasta que el futuro se interrumpa, que parece que no está lejos eso) esa forma casi mágica de combinar la tierra y el balón para hacerlo aire puro.

Ni las torpezas directivas, ni siquiera las incidencias terrestres del juego azulgrana, han podido eclipsar la legendaria ligereza de Cruyff como herencia más ilustre del fútbol barcelonista. El gran escritor italiano Italo Calvino dejó dicho que la ligereza era uno de los atractivos sentimentales y literarios de la obra de arte; Jorge Guillén, el poeta vallisoletano, decía que lo profundo es el aire, y el escultor Eduardo Chillida fue capaz de hacer de ese emblema poético una manera de fabricar arte en piedra o en mármol. Lo profundo es el aire. Lo profundo del Barça sigue siendo el invento ligero de Johan Cruyff, ese fútbol cuyo aliento estaba en la respiración veloz de este genio holandés que se asentó en Barcelona para enseñar fútbol para siempre.

Anoche, en la recepción del premio Princesa de Asturias, el filósofo español Emilio Lledó se preguntó qué sería de nosotros sin el agua, sin la tierra, sin el aire. Cuando lo escuché pensé en ese fútbol de Cruyff, y pensé en él sobre todo porque ahora las noticias dicen que al genio que reinstauró la fe en el fútbol y en el Barça a los que nos educamos en el fútbol de Kubala y de Luis Suárez le falta el aire. Es en este momento cuando el aliento que nos dio, para amar este deporte, para vivir de la afición al Barça como sustento de la pasión por el fútbol, tiene que ser enteramente para él. El deseo de que mejore no es tan solo una reclamación humana, es una demanda que uno le hace a la justicia de la suerte. Salud para Cruyff, larga vida al hombre que nos dio un fútbol de aire, con la elegancia que distingue para siempre a uno de los más grandes futbolistas del mundo.