Conviene escuchar a la FIBA

Hasta el año 2000, el baloncesto en Europa estaba organizado por un solo organismo, la FIBA, tanto el de selecciones como el de clubes. No les iba mal, pero cantos de sirena hicieron que unos cuantos equipos, entre ellos los españoles, los italianos y el Olympiacos, creasen su propia competición, la actual Euroliga, atraídos por un proyecto que les prometía grandes ingresos y audiencias millonarias. Otros clubes, como el Panathinaikos, el CSKA o el Maccabi, no se lo creyeron y siguieron disputando la competición de la FIBA, que pasó a llamarse Suproliga. La cosa no funcionó, y los clubes volvieron a unirse. Lo hicieron bajo el paraguas de la Euroliga. Al fin y al cabo se trataba de una autogestión, y el futuro dependería de ellos.

Catorce años más tarde, la salud de la FIBA con sus torneos de selecciones es excelente, y la de la Euroliga con los suyos de clubes es precaria. No es normal que el presupuesto de la Euroliga, con sus patrocinadores, dueña de los derechos de televisión y con una competición de ocho meses que reúne a los mejores equipos de Europa, sea de 30 millones, menos que el Madrid o el Barcelona, y tres veces menos que la Federación Española, quien vive de un torneo que dura tres semanas. Es evidente que la FIBA tiene mayor crédito que la Euroliga para gestionar el baloncesto. Por eso conviene leer lo que le cuenta su secretario general, Patrick Baumann, a Raquel González, ya que algunos clubes no quieren escucharle. Intereses aparte, lo mismo tiene razón.