Su gesto de París me abrió los ojos

Reconozco que hace un mes llegué a perder la fe en Jesé. Le veía acelerado, incómodo, con una gestualidad crispada y desafiante, lejos de esa chispa genialoide que era habitual antes de su desgraciada lesión... Pensé que el chaval no aceptaba su rol secundario en una plantilla plagada de estrellas y que la fama se le había subido a la cabeza. Pero el canario me dio una lección. A mí y a los miles de madridistas que creíamos que Jesé sería un nuevo juguete roto de esa cantera que sólo muy de cuando en cuando nos puede regalar un Raúl, un Guti o un Casillas. Pero desde el partido de París (21 de octubre), me tiene entregado. En el Parque de los Príncipes, el grancanario nos hizo olvidar a Bale. Estuvo en todas...

Además, en París vi un gesto del canterano que me permitió constatar que el chaval ha hecho examen de conciencia. Cuando Benítez decidió suplirle por Cheryshev a falta de veinte minutos, no puso mala cara. Al revés. Se fue aplaudiendo y animando a sus compañeros, deseó suerte al ruso y saludó a su técnico. Un Jesé que piensa en el equipo, el que vimos este sábado ante sus paisanos. Jesé ha dejado a un lado a los aduladores y ha sabido irse con la música a otra parte. El Madrid es su auténtica prioridad. Así, sí, campeón.