En fútbol la mejor broma es la que no se produce

El asalto estúpido de los futbolistas del Barça­ que se disfrazaron de Halloween al lado del contrario en Getafe marca no sólo esa estupidez sino el límite al que debe someterse la broma en el fútbol. El límite no es ese disfraz, ni mucho menos; es anterior: ni dentro ni fuera del terreno de juego uno debe menospreciar al contrario, ni con chanzas tontas ni con celebraciones impropias. Recuérdese la reconvención que hizo Puyol a los que celebraron en demasía un gol intrascendente (estaba Alves entre ellos, por cierto), y mírese con atención esa tendencia que tiene el más importante futbolista del Madrid a registrarse con el saludo cuartelero cada vez que marca. La última vez, por cierto, lo hizo ante la UD Las Palmas, dignísimo contrario que, además, fue la cuna de un histórico madridista, el gran Molowny.

Pero volvamos al Halloween de Getafe. Las bromas son perniciosas cuando tú no tienes confianza con el otro; incluso cuando las bromas suceden a tu propio nivel debes precaverte para no caer en la provocación ni en el desdén. En este caso, los jugadores barcelonistas que provocaron a sus contrarios es evidente que sabían que lo que estaban haciendo era una broma pesada.

Halloween no es un espectáculo grato de ver para todo el mundo, pues consiste en una cruda celebración de la muerte desde la vida, una costumbre que ha arraigado en España pero que seguramente aún no ha arraigado de manera igual para todos. A mí, personalmente, me produce bastante repugnancia, dicho esto con el debido respeto para esta tradición sanguinolenta.

Los futbolistas del Barça dijeron luego que era una broma; por supuesto que era una broma. Pero es que las bromas son ligeras o pesadas, y esta era, estética y humanamente, muy onerosa, como meterle un dedo en el ojo al adversario, algo de lo que, aunque parezca mentira, hay memoria en el fútbol español. En el caso del dedo en el ojo, hubo aficionados que lo celebraron tanto que se llegó a leer en una pancarta que ese dedo marcaba el destino de los colores a los que pertenecía el dedo intruso.

El Barcelona pidió perdón por un comunicado; Alves luego se subió a la reincidencia para acusar a otros de los aspectos más llamativos del desastre; en fútbol no se debe bromear si el otro no te sigue la corriente; pero es que tampoco se puede culpar a otro de lo que tú mismo has hecho. En definitiva, este carnaval ha sido un desastre más de los que se hacen como si todo fuera un juego cuando en el fútbol el único juego lícito es el que se hace con el balón.