Enfermería vacía: fuera excusas

Llegamos al partido que marcará la frontera entre el deseo y la cruda realidad. El Clásico es la raya que cada temporada determina si el proyecto del Madrid o del Barça sabe a cocina casera de cuidada selección o a plato de mercadillo barato recalentado en el microondas. El madridista es optimista por naturaleza y eso no cambiará con la vista puesta en el partidazo del sábado. Pero negar que el personal está con la mosca detrás de la oreja es negar la evidencia. Ahora no hay lesionados. Benítez, por fin, tiene a toda su plantilla a disposición. Keylor (¡bienvenido de vuelta, máquina!), Carvajal (¡Dani, cuánto te hemos echado de menos!), Capitán Ramos, O Rei ‘Marcelinho’ (el mejor lateral zurdo del mundo), Isco, James... Todos en perfecto estado de revista.

Benítez está construyendo su sueño. Si suplió a Ancelotti (cuatro títulos en 2014) es con el fin de conquistar la Champions, la Liga o las dos si es posible. Hace dos semanas acudió el técnico madrileño al Palacio de Goya para ver a los chicos del basket. Un amigo mío, más blanco que Bernabéu, se hizo un selfie con él en la grada y le dijo: “Rafa, este año tenemos que ir a Cibeles... ¡dos veces mínimo!”. Benítez, sin inmutarse, le contestó: “Dalo por hecho”. Ese es el Benítez que yo quiero ver. Ambicioso y ganador. O sea, madridista.