Acaba la era de los jugadores, empieza la de Luis Enrique

Al César lo que es del César. Nadie sabe cómo acabará esto, pero tengo la sensación de que desde el sábado la era de Luis Enrique se puede dar por inaugurada. El técnico asturiano se ha impuesto a todos a base de trabajo, metodología y saber rectificar. Detrás de esa máscara hierática que parece un frontón hay un tipo indomable que no se rinde y al que no se le caen los anillos por variar de criterio. Nunca lo reconocerá en público, pero es obvio que su Barça no juega ahora como antes en el concepto principal del juego. Eso es lo de menos. Lo realmente grandioso que ha pasado en estos últimos seis días es que el sistema, es decir la idea del entrenador, se ha impuesto a cualquier baja se llamara Messi o se llamara Iniesta. Luis Enrique tiene un mérito sensacional. Queda inaugurada su era. A todos los efectos.

La crítica. De Luis Enrique se desconfió, el que suscribe el primero, pero el camino ha servido para acercar posturas. Que el Barça no es el que era, aunque él nunca lo admitirá, es tan cierto como que se le juzgó con demasiada severidad en su proceso de crear un equipo. Hubo problemas de adaptación que se explicaron porque las crónicas se hacen día a día, pero que el asturiano tenía un proyecto es impepinable. Haremos bien todos en recordar que, como pasó con Rijkaard, la paciencia cuesta más que un título.

Margen de mejora. Hace un año, el Barça tenía un margen de mejora estratosférico que pasaba porque los jugadores se creyeran a su técnico. Hace doce meses no se lo creían. Ahora empiezan a ir a ciegas de su mano. Él movió pieza cuando en enero se vio en la calle, pero no lo hizo para salvar su culo (o no únicamente) lo hizo para no perder la ocasión de dirigir al mejor equipo del mundo y hacer historia. Lo consiguió hace una temporada y lleva camino de lograrlo ésta.

El estilo. No hay que rasgarse las vestiduras por reconocer que supo ganar con otras armas que luego ha incorporado con el tiempo. El técnico del Barça es el mejor haciendo de la necesidad virtud. Cuando no sabía cómo meterle mano al equipo conquistó partido a partido la opción del triplete tirando de otro libro de estilo que ahora, que el Barça ha vuelto a lo identificable, es un recurso para cuando las cosas se tuercen. Justo es reconocerlo.