Cristiano se reconcilia con el mundo

La noticia feliz en lo que respecta a Cristiano no fueron esos cuatro goles al Malmoe, que le dispararon a un nuevo récord, sino su detención en la zona mixta y su larga declaración ante los micrófonos. Se mostró como le he conocido en nuestros pocos encuentros personales: como un tipo amable, inteligente, reflexivo, con un buen análisis de la realidad y conforme consigo mismo. Confesó que lo ha pasado mal por circunstancias personales, que todos conocemos, pero que ya se va levantando de eso. E hizo un análisis de la situación del Madrid, y de la suya propia dentro del club, optimista y conveniente.

Cristiano tiende a atormentarse. Se exige ser el mejor y termina por parecer víctima de una especie de psicopatía narcisista que le acarrea mucho desprecio. Cuanto menos se explique, más fácil es que se le vea así, por contraste con Messi, que no parece hacer ningún esfuerzo por ser el mejor ni por exigir que se le reconozca como tal. Para Cristiano, cerrarse, transformar la traición de algunos invitados a su fiesta, que la difundieron desde sus dispositivos móviles, en una traición general de la Humanidad contra él, fue un extravío. En eso ha estado hasta anteanoche. Su regreso es una noticia feliz.

Y para el Madrid es buenísimo porque necesita, como club, desfruncir el ceño. El Madrid se presenta en estos tiempos como eterno ofendido, buscando enemigos exteriores para explicar las cosas malas que le pasan, que no son sino las que el propio club hace mal. Cristiano es hoy su mascarón de proa, dado que Benítez no da para tanto y Florentino está desgastado. Por eso es bueno su regreso al mundo de todos, su abandono de la torre de marfil desde la que flagelaba al mundo con su desdén. Ahora vendría bien que todo el Madrid se abriera, como él, al mundo, con la misma sencillez y verdad.