Todavía no pierdo la esperanza

Como hoy es el Día de los Santos Inocentes y ello me traslada a esa maravillosa etapa en la que uno es niño y es ingenuo desde que se levanta hasta que se acuesta, voy a imaginar que a partir de esta semana todo será diferente. Nadie me puede negar que con el potencial que tiene la plantilla del Madrid se pueden ganar los próximos seis partidos, ayudados por un calendario que incluye cuatro fechas al calor del Bernabéu. Ya he avisado en los últimos días que a un entrenador del Madrid le deben echar los resultados y que es absurdo precipitar los acontecimientos. Por despedir a Del Bosque y Ancelotti al año siguiente de haber ganado la Champions, el club lo pagó sufriendo las siete plagas de Egipto. No caigamos en el mismo error. Benítez, con todos sus defectos, es un entrenador nacido en esta casa y sé que es el primero al que le duele la inestabilidad del equipo. Pero ganando con firmeza este miércoles y el domingo en Mestalla, seguro que el anticiclón que está regalándonos las Navidades más soleadas que uno recuerde se traslada también al vestuario del Real Madrid.

En ese viaje hacia la infancia, también quiero poner delante del espejo la figura de los ídolos, de esos jugadores que tanto cariño reciben y que no siempre saben devolverlo en el terreno de juego. Los Cristiano, Ramos, Marcelo, Modric, Bale y Benzema le deben una, y muy gorda, a la sufrida afición del Bernabéu, que está cansada del choteo de los rivales (tuits incluidos). Apelo a su orgullo y a su sentido del compromiso emocional para que en este 2016 que va a empezar den la vuelta a la tortilla. Con el Madrid nada es imposible. Yo no pierdo la esperanza.