Una virtud de Raúl es la de elegir con acierto el lugar donde le corresponde estar en cada momento. Hace unos meses decidió colgar las botas, se lo anunció a sus compañeros, al Cosmos (AS, a sus lectores en exclusiva) y salió por la puerta grande. Quedaba en el aire si ‘el 7’ volvería a Madrid o permanecía en Nueva York. Y decidió cumplir su palabra con la entidad neoyorkina, supervisando las escuelas de jóvenes ilusionados por el fútbol. Enganchando con esta función, aceptó la propuesta de Tebas de representar a LaLiga en EEUU, debutando con su bienvenida presencia (excepto para un metepatas del Barça, al que el club rápidamente desautorizó) en el torneo Promises que se celebra con éxito en Miami.

Raúl mide sus pasos para no equivocarse después de dejar el fútbol. Es cauto y riguroso. Sabe que cuando sobrevuela Madrid la rumorología se dispara, más aún si trascienden sus fotos con ex jugadores de peso del club en comidas de hermandad. No le gustó que fuera pública la ‘escena del Txistu’. Se le fue de las manos controlarla en Facebook. Se marchó rápido y en silencio a EEUU, donde ha instalado su discreto observatorio madridista, mientras trabaja para LaLiga. Allí tiene su sitio de momento. No quiere poner nervioso a nadie.